En todos los países hay muchas personas con escasas perspectivas de vivir un futuro mejor. Carecen de esperanza, dignidad o un fin en la vida; lo único que pueden hacer desde su situación de marginación es contemplar a otras personas que prosperan y se enriquecen cada vez más. Muchos seres humanos han escapado de la pobreza extrema en todo el mundo, pero aún son más los que no tienen oportunidades ni recursos para tomar las riendas de sus vidas. Con demasiada frecuencia, el lugar que ocupa una persona en la sociedad sigue estando determinado por su género, su etnia o la riqueza de sus progenitores.
Achim Steiner
Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
Achim Steiner
Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
Desigualdades: existen innumerables pruebas. Las desigualdades no siempre reflejan un mundo injusto; sin embargo, cuando tienen poco que ver con la recompensa del esfuerzo, el talento o la asunción de riesgos empresariales, suponen una afrenta para la dignidad humana. Las desigualdades del desarrollo humano dañan las sociedades y debilitan la cohesión social y la confianza de la población en los gobiernos, las instituciones y sus congéneres. La mayoría de ellas deteriora las economías al impedir que las personas alcancen todo su potencial en su vida personal y profesional. A menudo dificultan que las decisiones políticas reflejen las aspiraciones de toda la sociedad y protejan el planeta, cuando las escasas personas que ostentan el poder lo utilizan para influir en las decisiones en beneficio de sus intereses. En casos extremos, los ciudadanos pueden tomar las calles.
Se han producido ciertos avances en todo el mundo en cuanto a la capacidad de las personas de superar las privaciones extremas (capacidades básicas), como el acceso a la educación básica, los servicios básicos de salud y la tecnología básica (parte izquierda de la ilustración siguiente). Muchas de las personas más desfavorecidas están alcanzando los primeros peldaños del desarrollo humano. Sin embargo, en la parte de la derecha podemos observar que las disparidades son elevadas o crecientes en las áreas que se espera que adquieran mayor importancia en el futuro (capacidades aumentadas). Estas incluyen la recepción de una educación de calidad en todos los niveles, el acceso a Internet de alta velocidad o unos servicios de salud más avanzados. Bajo la sombra de la crisis climática y del profundo cambio tecnológico, parece que las personas que actualmente se encuentran bien posicionadas lo estarán todavía más en el futuro.
Los datos ponen de manifiesto que dos niños nacidos en el año 2000 en países con diferentes niveles de desarrollo humano tendrán unas perspectivas muy diferentes cuando lleguen a adultos.
Es muy probable que el niño nacido en el país con desarrollo humano muy alto esté matriculado en la educación superior, como ocurre con el 55% de los jóvenes de 20 años que viven en estos países. Este(a) joven se está preparando para vivir en un mundo globalizado y competitivo, y tiene oportunidades de hacerlo como trabajador(a) con alta cualificación.
Por el contrario, el niño nacido en un país con desarrollo humano bajo tiene una probabilidad mucho menor de estar vivo. Alrededor del 17% de los niños nacidos en países con desarrollo humano bajo en 2000 habrá muerto antes de cumplir los 20 años, frente a tan solo el 1% de los nacidos en países con desarrollo humano muy alto. Los que sobrevivan tendrán una esperanza de vida 13 años inferior a sus homólogos pertenecientes al grupo de los países más desarrollados. Tampoco es probable que el niño nacido en el país con desarrollo humano bajo esté todavía estudiando, ya que solo un 3% de los jóvenes de su edad realiza estudios superiores en estos países.
Ambos jóvenes están dando sus primeros pasos en la vida adulta, pero existen circunstancias ajenas casi por completo a su control que los han situado en trayectorias diferentes y desiguales en lo que respecta a las perspectivas de salud, educación, empleo e ingreso; una divergencia que puede ser irreversible.
Niños nacidos en 2000 en países con desarrollo humano bajo
Niños nacidos en 2000 en países con desarrollo humano muy alto
Realizan estudios superiores
Realizan estudios superiores
Fuera de la educación superior
Fuera de la educación superior
Murieron antes de cumplir los 20 años
Falleció antes de cumplir los 20 años
El siglo XXI ha sido testigo de grandes avances en lo que afecta al nivel de vida; en todo el mundo, una cantidad de personas sin precedentes está consiguiendo un “gran escape” del hambre, la enfermedad y la pobreza, superando así el umbral mínimo de subsistencia. Sin embargo, se ha dejado atrás a muchas personas.
En promedio, el Índice de Desarrollo Humano muestra una mejora asombrosa, que refleja drásticos avances en variables como la esperanza de vida al nacer, debido, principalmente, a fuertes descensos de la tasa de mortalidad entre los niños menores de 1 año. Sin embargo, las pruebas disponibles indican que las desigualdades continúan siendo muy amplias tanto en las capacidades básicas como en las aumentadas. Algunas de esas desigualdades están relacionadas con la vida y la muerte; otras, con el acceso al conocimiento y a tecnologías de vanguardia.
Michelle Bachelet Jeria
Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Michelle Bachelet Jeria
Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
A medida que nos acercamos a 2020, un nuevo conjunto de capacidades está adquiriendo una importancia fundamental para la vida en el siglo XXI. Las desigualdades que existen en esas capacidades aumentadas muestran unas dinámicas sorprendentemente distintas de las que se aprecian en el caso de las capacidades básicas, y se encuentran en el origen de una nueva generación de desigualdades.
Las desigualdades en algunas capacidades básicas se van reduciendo lentamente en la mayoría de los países, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. La esperanza de vida al nacer, el porcentaje de población con estudios primarios y el número de suscripciones de telefonía móvil muestran una reducción de las desigualdades en todos los grupos de desarrollo humano (gráfico). Las personas más desfavorecidas avanzan a un ritmo mayor que las que ocupan el tramo superior de la distribución.
La mejora de la esperanza de vida al nacer registrada entre 2005 y 2015 en los países con desarrollo humano bajo fue casi tres veces superior a la de los países con desarrollo humano muy alto, impulsada por una reducción de las tasas de mortalidad infantil en los países en desarrollo. Además, los países con desarrollo humano bajo están alcanzando al resto en cuanto al nivel de acceso a la educación primaria y a los teléfonos móviles.
Variación de la esperanza de vida al nacer
entre 2005 y 2015
(años)
Variación en la educación primaria
entre 2007 y 2017
Variación del número de suscripciones a servicios de telefonía móvil
entre 2007 y 2017
(por 100 habitantes)
Por el contrario, las desigualdades en las capacidades aumentadas se están ampliando. Por ejemplo, a pesar de los problemas que presentan los datos, las estimaciones disponibles sugieren que el aumento de la esperanza de vida a los 70 años registrado entre 1995 y 2015 en los países con desarrollo humano muy alto duplicó con creces el producido en los países con desarrollo humano bajo.
Variación de la esperanza de vida a los 70 años
entre 2005 y 2015
(años)
Variación en la educación superior
entre 2007 y 2017
Variación del número de suscripciones a servicios de banda ancha fija
entre 2007 y 2017
(por 100 habitantes)
Estas desigualdades del desarrollo humano constituyen un obstáculo crucial para hacer realidad la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. No son únicamente disparidades en términos de ingreso y riqueza. Tampoco pueden explicarse utilizando únicamente medidas sintéticas de desigualdad centradas en una sola dimensión, y condicionarán las expectativas de aquellas personas que consigan vivir hasta el siglo XXII. El Informe explora las desigualdades del desarrollo humano más allá del ingreso, más allá de los promedios y más allá del presente.
Pedro Conceição
Director
Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano
Pedro Conceição
Director
Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano
Continúan existiendo amplias disparidades en el desarrollo humano, pese a los avances logrados en la reducción de las privaciones extremas
Está surgiendo una nueva generación de desigualdades; se aprecian divergencias en las capacidades aumentadas a pesar de la convergencia en las capacidades básicas
Las desigualdades se acumulan a lo largo de la vida, reflejando a menudo unos profundos desequilibrios de poder
La evaluación de las desigualdades del desarrollo humano —y la respuesta a ellas— exige una revolución en lo que atañe a su medición
Podemos corregir las desigualdades si actuamos ahora, antes de que los desequilibrios en el poder económico se trasladen al terreno político
Una evaluación exhaustiva de la desigualdad debe tener en cuenta el ingreso y la riqueza. Pero, además, debe entender las diferencias existentes en otros aspectos del desarrollo humano y los procesos que conducen a dichas diferencias.
El análisis de las desigualdades del desarrollo humano debe ir más allá de las medidas sintéticas de la desigualdad, que se centran en una única dimensión.
Las desigualdades del desarrollo humano condicionarán las expectativas de las personas que consigan vivir hasta el siglo XXII.
Cualquier evaluación exhaustiva de la desigualdad debe tener en cuenta el ingreso y la riqueza. Pero, además, debe ir más allá de los dólares y las rupias para entender las diferencias existentes en otros aspectos del desarrollo humano y los procesos que conducen a dichas diferencias. Existe desigualdad económica, por supuesto, pero también desigualdades en facetas clave del desarrollo humano, como la salud, la educación, la dignidad y los derechos humanos.
El Capítulo 1 muestra que se espera que el mundo llegue al año 2030 con brechas evitables en mortalidad de niños menores de 1 años, número de niños que permanecen fuera de las escuelas y pobreza económica extrema. A partir de datos detallados por zonas geográficas, el Informe documenta la existencia de privaciones superpuestas y exclusiones interseccionales. Por último, el capítulo amplía el foco para fijarse en las dinámicas del riesgo; crisis sanitarias, desastres naturales o conflictos que exponen a grupos o individuos a una mayor vulnerabilidad. Bajo estos patrones subyace el terco desafío de fortalecer las capacidades de aquellas personas que han sido dejadas atrás.
El Capítulo 2 ilustra que, a menudo, las desigualdades del desarrollo humano se acumulan a lo largo de toda la vida y con frecuencia se agravan debido a profundos desequilibrios de poder. Para entender la desigualdad —incluida la que concierne a los ingresos— es necesario estudiar los procesos subyacentes que conducen a ella. Las diferentes desigualdades interactúan entre sí; además, su profundidad y sus efectos cambian a lo largo de la vida de una persona.
Las desigualdades pueden comenzar antes del nacimiento, y muchas de ellas pueden acumularse a lo largo de la vida de la persona. Cuando esto ocurre, puede conducir a motores de desventaja creciente que se perpetúan a sí mismos. Esto puede suceder de muchas formas, sobre todo en la intersección entre la salud, la educación y la situación socioeconómica de los progenitores.
Con demasiada frecuencia el debate sobre la desigualdad se simplifica en exceso, basándose en medidas sintéticas de la desigualdad y datos incompletos que ofrecen una imagen parcial —y, en ocasiones, engañosa—, tanto en lo que se refiere a los tipos de desigualdad considerados como a las personas afectadas. El análisis debe ir más allá de los promedios —que sintetizan la información de una distribución en una sola cifra— para explorar cómo se manifiesta la desigualdad en el conjunto de una población, en diferentes lugares y a lo largo del tiempo.
La evaluación de las desigualdades del desarrollo humano requiere una revolución en lo que atañe a su medición para llenar los numerosos vacíos de datos, medir los diferentes tipos de desigualdades y, desde un punto de vista más general, trascender los promedios de forma sistemática. En el terreno de las desigualdades de ingreso y riqueza se ha registrado un progreso destacable en los últimos años. Sin embargo, los datos siguen siendo escasos, un problema que se debe en parte a la falta de transparencia y la reducida disponibilidad de información. En un nuevo índice presentado en el Informe, 88 países obtienen una puntuación de 1 o inferior (en una escala de 20 puntos) en lo referente a la disponibilidad de información sobre la desigualdades de ingreso y riqueza. Esto significa que su nivel de transparencia equivale al 5% o menos del que sería ideal.
Se están desarrollando trabajos innovadores, algunos de ellos con carácter experimental. El Capítulo 3 presenta los resultados de un análisis basado en la metodología de las cuentas nacionales distributivas, que podría integrar, en el marco de una agenda global, mejoras en el Sistema de Cuentas Nacionales y fortalecer las encuestas de hogares y los datos administrativos. La metodología revela unas dinámicas de desigualdad de los ingresos que no son visibles cuando se utilizan medidas sintéticas basadas en una única fuente de datos.
Algunos grupos de personas se ven sistemáticamente desfavorecidos. El mayor de estos grupos a nivel mundial, sin lugar a dudas, son las mujeres. Las disparidades de género figuran entre las formas de desigualdad más arraigadas en todo el planeta y representan uno de los mayores obstáculos a los que se enfrenta el desarrollo humano. La desigualdad continúa siendo muy elevada en cuanto al poder que ejercen hombres y mujeres en el hogar, el trabajo o el ámbito político.
Con frecuencia, las normas sociales y culturales fomentan comportamientos y sesgos que perpetúan esas desigualdades. Estos sesgos siguen un patrón: tienden a ser más intensos en las esferas de mayor poder. Esto provoca una reacción, puesto que la proporción de personas que presentan un sesgo contra la igualdad de género ha crecido en los últimos años, si bien se observan diferentes pautas según los países.
El sesgo contra la igualdad de género va en aumento: la proporción de hombres y mujeres que no presentaban sesgos de género en cuanto a las normas sociales descendió entre 2009 y 2014
Sesgo indicado en ninguna o una pregunta de la Encuesta Mundial sobre Valores
Mujeres
Hombres
Sesgo indicado en dos o más preguntas de la Encuesta Mundial sobre Valores
Mujeres
Hombres
2005 - 2009
2010 - 2014
Para cambiar el mundo es necesario analizar qué aspectos repercutirán en la desigualdad en el futuro.
Las formas de desigualdad existentes —y las nuevas— interactuarán con las principales fuerzas sociales, económicas y ambientales y condicionarán la vida de los jóvenes actuales y de sus hijos. A lo largo del siglo XXI asistiremos a dos cambios radicales:
La desigualdad y la crisis climática son problemas interrelacionados, desde las emisiones y los efectos hasta las políticas y la resiliencia. Los países con mayor grado de desarrollo humano presentan generalmente mayores emisiones de carbono y tienen una huella ecológica más profunda.
El cambio climático tendrá numerosas consecuencias perjudiciales para el desarrollo humano, más allá de la repercusión de la pérdida de cosechas y de los desastres naturales. Se calcula que entre 2030 y 2050 provocará 250.000 muertes adicionales por año debido a la malnutrición, la malaria, la diarrea y el estrés térmico. Cientos de millones de personas más podrían verse expuestas a un calor mortal de aquí a 2050, y es probable que el rango geográfico de los vectores de enfermedades —como los mosquitos que transmiten la malaria o el dengue— cambie y se expanda.
Los avances tecnológicos, como el aprendizaje automático y la inteligencia artificial, pueden dejar atrás a grupos de personas e incluso países enteros. De hecho, es posible que estas nuevas desigualdades —y el espectro de un futuro incierto— ayuden a explicar por qué la gente tiene siempre la percepción de que la desigualdad se está acentuando, pese a que algunas estadísticas sugieren lo contrario.
El cambio tecnológico ha sido disruptivo en el pasado, y podemos aprender mucho de ello. Una lección clave consiste en garantizar que los profundos cambios provocados por la innovación beneficien a todas las personas; para ello se requieren igualmente políticas innovadoras y nuevas instituciones. La actual oleada de progreso tecnológico también exigirá cambios, como políticas antimonopolio más firmes y leyes que regulen el uso ético de los datos y la inteligencia artificial. Muchos de ellos requieren una cooperación internacional fructífera.
En el Informe se argumenta que es posible combatir las desigualdades. Sin embargo, esta no es una tarea sencilla. Exige aclarar cuáles son importantes para el avance del desarrollo humano y comprender mejor los patrones de desigualdad y los factores que las provocan.
Todavía estamos a tiempo de actuar, pero el reloj avanza. En ocasiones, los desequilibrios de poder económico se pueden traducir en un profundo dominio político. Esto, a su vez, puede provocar una mayor desigualdad e incluso desastres ambientales. Resulta mucho más sencillo actuar al inicio de esta cadena —limitando el poder económico— que intervenir en eslabones posteriores.
Por supuesto, las acciones que deben llevarse a cabo dependen del contexto. La naturaleza y la importancia relativa de las desigualdades son complejas, presentan múltiples facetas y varían de unos países a otros, por lo que las políticas utilizadas para combatirlas también deberían serlo. Cada sociedad es responsable en última instancia de determinar qué medidas desea adoptar para combatir las desigualdades del desarrollo humano.